sábado, 6 de febrero de 2010

Revolver. Sala Cibeles, Córdoba. Historia de un concierto

Con este son cinco los conciertos a los que he tenido ocasión de asistir a lo largo de mi vida. Si bien el de Los Secretos en la discoteca Bariloche de Jaén, hace ya casi un año, dejó el listón por las nubes, Carlos Goñi no se durmió en los laureles y ofreció a los asistentes casi dos magníficas horas de voz y guitarra. Pero vayamos por partes, ya que la tarde / noche merece ser narrada con calma.


Llegando a Cordoba.

Partimos de Jaén sobre las cinco;  en aproximadamente hora y media nos encontrabamos a las puertas de la ciudad de la Mezquita. El primer destino fue la compra de entradas, así que nos dejamos caer por Fuentes Guerra, donde nos dijeron amablemente... que las entradas estaban agotadas desde un mes antes. Con el mal sabor de boca de sabernos en la calle después del paseo pero con aún ganas, seguimos la ruta y cruzamos la ciudad para solucionar un pequeño asunto en el centro comercial El Arcangel -y picar algo de paso, que todo es importante-.


Sala Cibeles.

Los GPS. Qué gran invento oyes. Sobre todo cuando funcionan. 

Si bien el navegador integrado en el Nokia del socio se portó razonablemente bien cuando nos dirigimos a Fuentes Guerra, tras salir de El Arcangel se declaró abiertamente en huelga. Ni apagar y encender. Ni retirar e insertar tarjeta. Al diablo. Tras pelear durante varios minutos decidimos acudir al sistema de geolocalización terrestre más antiguo y a la par fiable: preguntando. 

Y tenía razón aquel que un día dijo preguntando se llega hasta Roma. Las explicaciones de tres viandantes y unas mínimas nociones de orientación -a estas alturas más vale no salir muy lejos de casa si no distingues norte y sur-, y nos personamos en pocos minutos en la puerta de la discoteca. ¿Quién dijo imposible?.


No hay entradas. ¿Y ahora qué?

Llegamos sobre las nueve. La discoteca había abierto y la gente había comenzado a entrar. El personal de seguridad de las puertas nos confirmó lo que sospechábamos. No hay entradas a la venta. En el mejor de los casos quedaos cerca, nos dijo, y tal vez podais entrar si queda espacio.

Con la mínima esperanza necesaria como para no abandonar y volver por donde habíamos llegado, hicimos tiempo tomando una copa. A eso de las las diez menos cuarto vuelta a la discoteca.


Venid conmigo. 

Llegamos de nuevo a la discoteca, y el panorama no mejoraba. La gente entraba por ambas puertas, mientras nosotros mirabamos, con la inevitable mezcla de recelo y sana envidia. Iban a ver algo que nos estaba quedando vedado por momentos. 

Pegamos la hebra de nuevo con el de seguridad. Buenas noticias. Es posible que entréis. Minutos más tarde se acerca a nosotros de nuevo. Cuántos sois, nos pregunta. Nosotros dos, contestamos al unísono, señalandonos mutuamente. Venid conmigo. Algo de charla y dieciocho euros más tarde andabamos dentro, mirando con pasmo de crios la discoteca, el escenario, y la jeta que se nos había quedado tras pasar la más complicada de las fases: entrar.


Goñi sale al escenario.

Minutos después de las diez -y tras el desafortunado desmayo de un hombre mayor que probablemente se quedó sin concierto- el solista de Revolver, Carlos Goñi, pisa el escenario.

Unas palabras y se cuelga guitarra y armónica, pero... la guitarra se niega. Falla la amplificación. Tras improvisar decentemente una versión del tema Tu canción con la guitarra en acústico puro, y comprobar que seguía fallando, se decanta por abandonar el escenario cinco minutos y darle tiempo a los técnicos para solucionar el problema.


El concierto.

El resto es complicado de explicar, quizá no en su forma pero si en su fondo. Siguieron hora y media de apasionantes canciones, mezcladas con la gente, las palabras del artista, tan cercano al público al tratarse de un concierto tan modesto. Hora y media de dejarse la garganta coreando sus letras, de sentir arder las manos batiendo palmas, de sentirse agusto entre una gente que, a pesar de ser desconocidos, eran -eramos- gente encerrada en un sitio con un objetivo y unas ideas concretas e idénticas. Por ello era fácil hablar con cualquiera sobre cualquier detalle, una letra, una canción. 

Era sencillo dejarse llevar por las sonrisas colectivas que seguían a alguna frase de Goñi. Era sentir el vello de punta en los brazos y hasta incluso verse amenazado por alguna lágrima invocada por un recuerdo traído al presente por una letra que antaño escuchaste y, junto a otros elementos,  marcó una época. Como fue el caso de la tan rogada San Pedro, del disco Sur, que  finalmente se quedó en el papel y no cantó.

Extenderme aquí sería inútil, ya que cada momento, cada canción, cada acorde, cada palabra, cada mirada y sus infinitos matices, habrían de ser descritos en detalle y aún así no se lograría bordar el texto hasta el extremo de que quien lo lea pueda disfrutar como pudimos disfrutar anoche los asistentes al acto. Reseñaré no obstante ese magnífico tema, Fuera de lugar. La guitarra parecía arder entre sus dedos mientras se dejaba la voz -los años pesan- con la letra. Hablar tambien de 21 gramos, gran canción pero que gana en directo, y Faro de Lisboa, caso idéntico al anterior.


Carlos Goñi en persona.

Si bien al principio no barajé la idea de que Carlos me dedicase algo, las ganas de Alemán por llevar a cabo tal empeño me acabaron arrastrando. Terminado el concierto nos aventuramos entre la gente hasta las proximidades del escenario donde, tras una lona, se ocultaba el cantante recuperando fuerzas. Los de seguridad nos dijeron que no habría firmas, que más nos valía plantarnos en la puerta y esperarle para cuando abandonara el local. 

Ya en la calle hablamos con una chica que se hallaba en la misma tesitura. Quería firmas, pero no veía por donde. Tras unos minutos al fresco y viendo cada vez más improbable pillarlo al salir, llega la sorpresa. Alguien sale del local diciendo que están firmando dentro. Pies en polvorosa camino del escenario de nuevo. 

Dentro, como era de esperar, encontramos una monumental cola para subir al improvisado camerino. Allí entraron de nuevo en juego las dotes de Alemán, quien, como ha quedado demostrado y por fortuna para ambos, posee menos vergüenza que un gato en una matanza -un servidor, de momento, aún guarda algo más las formas-. Se encaminó al de seguridad, viejo conocido a esas alturas de la noche, y le dijo quién sabe qué -supongo que le diría que ya antes estuvimos en el mismo punto diez minutos haciendo espera...-. El caso es que tuvimos el privilegio de pasar por delante del resto. 

En el angosto e improvisado camerino la escasa luz y la fuerza de la música -ya que dicho que quedaba separado del exterior con una simple lona- daban un aire extraño a la escena. Y allí estabamos nosotros. Alemán incluso se permitió el desliz de coger algo -previo permiso de seguridad- de lo que habían dispuesto en la mesa para el cantante. Carlos terminó de atender a varias personas y nos tocó el turno: estrechar la mano del solista de Revolver.


 De izquierda a derecha, Alemán, Carlos Goñi y el editor de estas líneas

La mezcla de sensaciones pruducidas por el encuentro generan un efecto casi hipnótico. Durante unos instantes te encuentras fuera de cuadro, sin saber qué pintas ahí y qué debes hacer.  Ahí, hablando con el tipo que preside la portada de la mayor parte de los compact disc orginales que poseo, con el hombre cuya voz puso la guinda a momentos tanto alegres como amargos de la biografía -no en vano el primer disco que compré fue Sur, en un momento para mi tan gris como el tono de sus canciones-. Ni el tiempo -dado el tamaño de la cola que esperaba impaciente no era cuestión de sentarse a tomar café con cada seguidor- ni las fuerzas -cansado tras el concierto y con una larga noche por delante- permitieron extender la conversación más allá de cuatro frases. Sobre ello habría que destacar la sorpresa de Goñi al saber que habíamos ido desde Jaén expresamente para verle, o su gesto, mezcla de modestia e incredulidad, cuando dije que mi biografía no sería la misma sin Revolver junto a Los Secretos y ese Joaquin Sabina. Ahí está Alemán, quién, con sus campechanas formas, no tuvo mejor ocurrencia que preguntarle a Carlos si su vocación no se halló antaño en la medicina a causa de su caligrafía. 


Ciertamente ilegible, pero es un magnífico recuerdo

Pocos minutos después de haber entrado ya nos encontrabamos de nuevo en la puerta de la discoteca, con la misma sensación de levedad e irrealidad encima con la que te levantas por la mañana con briznas de sueños aún paseando por tu memoria. 

El resto de la noche se resume rápido. Una comida rápida en el Foster Hollywood a la una de la mañana y regreso en coche,  mascando y repasando por el camino cada uno de los recuerdos dejados por una noche demasiado intensa para ser tan corta.

3 comentarios:

  1. muy bueno si señor, muy bien narrado todo con detalle, y lo que le dije al de seguridad la segunda vez que me acerque a el fue simplemente que si podiamos pasar, y ya esta.
    pero vamos, fue una noche inolvidable.lo unico que se te ha olvidado comentar ha sido los numerosos viajes que tuvimos que dar al coche, que si el libro, que si el boli, que si la libreta, que si los abrigos, vaya noche mas ajetreada pasamos. jejeje. un saludo.

    ya mismo esta aqui el de sabina

    ResponderEliminar
  2. Bueno, aun no he leido la lineas pero las fotos evidencian que por fin tuviste suerte en tu desesperada búsqueda de hacerte con un huequecito en tan magno evento. Enhorabuena amigo mío

    ResponderEliminar
  3. Muy buena, pero que muy buena tu narración.
    Decirte que siempre merece muy mucho la pena el esperarle despues de cada uno de los conciertos de Carlos, para el siempre es un placer el que la gente le salude, te lo digo con conocimiento de causa puesto que despues de 20 conciertos en esta gira, siempre nos saluda muy atentamente, comentamos el concierto, donde nos veremos de nuevo y siempre,siempre nos da las gracias.
    Espero y deseo que en proximos conciertos te lo pases igual de bien..... eso si para el proximo, cogete pronto las entradas !!!! jajjaaaa.
    Un saludo desde Asturias de otro revolvero.

    ResponderEliminar