jueves, 30 de septiembre de 2010

Despertares engañosos

Otra noche de sueño extraño, de perseguir raras imágenes y escenas grotescas rotas por el despertador, y con él de nuevo el salto a una realidad en blanco y negro, sobrexpuesta y mal enfocada. Como si de una fotografía hecha con prisa y desgana se tratara la primera imagen de la mañana evoca a algún recuerdo monocromático de la infancia que se desprendió de su conjunto y ahora no es más que una imagen dispersa, un deja-vú difícil de identificar como propio.
Eternal sunshine of my spotless mind...
La segunda imagen del día, ya con el cerebro despierto y alerta, me obliga a situarme sin remedio en el hoy y el aquí, un final de un septiembre como tantos otros que ya quedaron en el tintero de la memoria, noveno en la cuenta de los años que llevo aquí, en la ciudad del tranvía llamado deseo, pueblo que se convirtió en ciudad casi sin saberlo. Con esta segunda imagen, ya en color, viene el jarro de agua fría de lo inevitable, de la realidad, de la obligación, de otro día dedicado sin remedio al trabajo aún a pesar de que la mañana invite a pasear, a gozar del fresco de la mañana bajo un tenue sol que facilmente recuerda al de marzo, disfrutar de un café junto a una cristalera abierta al mundo, y mientras tanto tomar notas breves de lo breve que resulta vivir cuando vivir es el objetivo sin más de cada día.

1 comentario:

  1. Yo no podría matar el tiempo en la cama de esa forma. Primero porque no aguanto en ella mucho más allá de las ocho, tal vez las diez si me acosté camino del amanecer. Mis últimos fines de semana son ejemplos de aprovechamiento abusivo del tiempo. Y sí, recalco lo de abusivo, ya que la salud antes o después acabará pasando factura.

    Pero por otra parte, qué carajo, una vida no da para mucho y es tarde.

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