domingo, 19 de diciembre de 2010

Ceros y unos detrás del mostrador

Casi tres años lidiando con el montaje y la reparación de ordenadores dan para aprender mucho, y no hablo solamente de informática, sino de una generosa dosis de psicología aplicada al mundo del usuario. Voy a desgranar a continuación una parte de esa experiencia, y a traducirla en breves consejos que, sin complicarnos en exceso, pueden facilitar la vida tanto al que utiliza el ordenador como al que un buen día tiene que repararlo.

El usuario informático es un ejemplo peculiar de perfil de consumidor del siglo XXI. Unos por que dominan ya cuanto creen necesario sobre el tema -te configuro el emule con los ojos cerrados-. Otros porque cuando compraron su ordenador, ningún alma tuvo a bien avisarles de que no es un aparato a prueba de bombas, tiene una vida útil y es tan capaz de averiarse como cualquier máquina. Otros porque ni saben, ni quieren aprender -a mi edad, ni me va ni me viene-. Otros porque trabajan con el ordenador, pero conocen mejor los menús y opciones del Solitario o del Pinball que del Contaplús. Otros porque, a falta de otro entretenimiento en la vida, están pegados las veinticuatro horas a todo lo que huela a rabiosa actualidad en el mundillo TI, y te cuentan una versión extendida de algo que probablemente ya sabes, pero el otro desea hacerte conocedor de sus habilidades y conocimientos en el asunto. El caso es que te puedes encontrar con cualquier cosa: nadie sabe qué se esconde tras el rostro de alguien que entra por la puerta con su torre en los brazos y el gesto apenado.


La avería de un ordenador parece verse de forma similar a como asimilamos la muerte: seguro que ha de pasar algún día, pero igualmente seguro que no a mí. Igual que a una nevera puede sufrir una rotura en el compresor o un coche en la caja de cambios, el ordenador está expuesto a procesos de desgaste y, además, no es inmune a los golpes, a la humedad, a las caídas o picos de tensión en la red eléctrica, o a cualquiera de las formas posibles de ensañamiento que un usuario cabreado por no lograr lo que persigue puede cometer sobre su equipo. Basta con un poco de paciencia y con leer lo que aparece en pantalla; aplicados con sentido común estos dos métodos pueden evitar muchos disgustos.

Tiene un año y no tira, me timaron a como a un tonto cuando lo compré. Bueno, habría que partir de dónde -yo no soy tonto y tal- y cómo lo compraste, de qué esperabas de él, de cuanto te costó, si lo elegiste por iluminación divina o un vendedor te asesoró y aconsejó en base a tus necesidades... Y lo más importante: da igual si hablamos de un AMD Sempron o de un Intel Core i5, de un Pentium 4 1.8Ghz o de un Athlon 64 X2, de la RAM que monte, de la capacidad de su disco duro, etc. Si eres el típico que instala cuanto cae en sus manos, que navega decenas de horas diarias sin imaginar que todo eso deja toneladas de archivos temporales con el paso del tiempo,  si no sabes que todo eso que descargas ocupa su espacio y que además de cuando en cuando puede traer premio -y no me refiero a una peli porno en lugar de la última de Jim Carrey que creías haber bajado-, si eres de los que se siente doblemente protegido por tener dos antivirus por el precio de uno, y además deben ser de alta gama, con muchos colorines y cuadros de diálogo, que inspiran confianza, si acostumbras a tener barra de desplazamiento en la barra de tareas... no sé de qué te quejas. Yo puedo viajar cómodo y seguro si mi coche lleva al día un mantenimiento básico, y en el habitáculo llevo pocas cosas y, además,  las imprescindibles y ordenadas. Si en cambio el habitáculo estuviera lleno de cosas, colgando del espejo, sobre los asientos, suelo, mandos, y no le hubiera cambiado ni el aceite en cuatro años... a lo máximo que podría aspirar es a pegármela o quedarme tirado, de la misma forma que en un ordenador sin un mantenimiento básico y un poco de coherencia y organización en su uso se convierte en una máquina de usar y tirar cada seis meses.

Un golpecito de vez en cuando ayuda a descongestionar el sistema y a quitar de en medio ese pesado reloj de arena. Ni lo intentes. Hay una definición clásica de hardware y software, que decía algo así como que el hardware es la parte que soporta la violencia que el software ha generado. Lo más recomendable en caso de subidas de adrenalina de este tipo es asomar la cabeza a la ventana y gritar, salir a correr o, en casos extremos y repetitivos, colgar a mano un saco de arena y practicar el boxeo como descarga. Todo golpe contra el ordenador no puede aspirar más que a dañarlo, especialmente a algo tan preciso y delicado como los discos duros.

El equipo encoge cuando se limpia. Falso. Dejando a un lado la mala relación existente entre el agua y los componentes electrónicos en general, pasar un trapo por encima de la torre y monitor, o sobre el portátil, según el caso, nunca viene mal. Hasta incluso ahorra al técnico tener que hacerse una idea de cómo será la casa del cliente en base al estado exterior de su equipo.

Por dentro ya es otra cosa. Es inevitable que, aunque el equipo disponga de ventiladores internos, buenos huecos para el paso de aire y espacio libre alrededor, con el tiempo y el uso se acabe acumulando polvo en el interior del equipo. Ahí ya hay que hacer balance entre las capacidades propias y el sentido común: si sabes lo que estás haciendo y tienes la certeza mínima necesaria de que no vas a romper algo, desmonta y limpia tu equipo, te lo agradecerá. Pero si no, no juegues a McGyver y deja que gente que sabe lo que hace y probablemente tenga estudios en la materia se encargue de ese trabajo. Tu equipo te lo agradecerá el doble.

El tonto es tonto...
Los ordenadores se arreglan solos, y el tipo de la tienda no hace más que leer foros chorras y reiniciar el equipo varias veces hasta que funciona correctamente. Pues resulta que no. Hace algunos años tuve un profesor, y no precisamente de informática, que soltó como quien no quiere la cosa una de esas verdades que te perseguirán de por vida: el ordenador es capaz de hacer infinitas cosas, pero aún así es increíblemente tonto. Por muchas tareas que pueda realizar, si no estás sobre él no hará nada. De la misma forma desde que me llega un equipo hasta que sale por la puerta, hay un esquema completo a desarrollar para que vuelva a funcionar correctamente, que se puede explicar muy resumido en unos cuantos pasos: recepción, limpieza interior y exterior, determinar problema de hardware o software, aislar problema, buscar solución al problema si no se conoce, solucionarlo, probarlo, y a la calle. Y si acudimos al factor prisa, bueno, no es lo mismo sacar del disco duro 300Gb de datos, instalar el sistema y ponerlo a punto y volver a meterle los datos que tomar un equipo al que ampliarle la RAM y pincharle el módulo. No por darle la vara al técnico por vía telefónica o presencial catorce veces al día terminará antes de reparar tu equipo. Y no hablemos de averías que se muestran de forma aleatoria y son tan difíciles de localizar y solucionar, sin otro método en algunos casos que el ensayo error y el dolor de cabeza.

Le he metido una versión súper chupi de Windows de instalación desatendida que me trae un entorno gráfico que te caes y una cantidad de aplicaciones preinstaladas que lo flipas. Allá cada cual. Yo no simpatizo para nada con este tipo de de instalaciones, por varios motivos: el primero es que con ese sistema operativo te puedes olvidar de actualizaciones de Microsoft, algo que a nivel doméstico puede ser tan recomendable o más de lo que se estimaría a nivel profesional; por otro lado, si no me inspira mucha confianza la seguridad en un sistema "limpio" -nunca se sabrá si desde Redmond dejaron alguna puerta abierta para asomarse a tu equipo-, menos aún una instalación que alguien, no sé si con buena o mala intención, ha estado modificando; las aplicaciones extra instaladas junto al sistema, dejando a un lado la cuestión legal, es posible que no llegues a usar ni la mitad, de modo que, ¿tiene sentido robarle tamaño al disco duro, engrosar el registro de Windows, cargar más el inicio mismo del sistema, para nada?; y del apartado gráfico, si tienes un equipo sobrado de hardware, tal vez te de igual, pero si andas justo, estás malgastando con unos cuantos efectos absurdos unos valiosos recursos.

 Los datos... mis imprescindibles y apreciados datos. Todas mis fotos de toda mi vida, ahí guardaditas, junto a todos mis powerpoints guays, juntos mis trabajos de la uni, junto a mis emoticonos del messenger... Todo se ha marchado al romperse el disco duro. Ale, tanto aprecio a tu información y no se te ocurre ni por asomo tener una copia de seguridad. Encima lo llevas al técnico y este te dice que, tal y como está la unidad más vale ni tocarla y, o se manda a una empresa dedicada a recuperación de datos con técnicas avanzadas -ve preparando el talonario- o te puedes olvidar de cuanto tenías y empezar a acumular desde cero. Incumplimos drástica y habitualmente la primera regla de oro en informática desde que se consiguió encontrar una forma de almacenar la información para poder procesarla nuevamente más tarde: copias de seguridad. Algo tan simple como conectar un disco externo y copiar unas cuantas carpetas, aunque sea una vez al mes, y no se nos pasa por la cabeza -vuelvo a lo dicho más arriba sobre la muerte-. Lo ideal, ya puestos, sería tener un disco externo permanentemente conectado, disponer de una aplicación de copias de seguridad que tuviera programado qué copiar y cuándo hacerlo, y de cuando en cuando comprobar que el disco está en buen estado y las copias se realizan correctamente, pero a nivel doméstico probablemente tampoco sea necesario complicarse tanto. Una simple copia de cuando en cuando a un DVD, lápiz de memoria o disco externo, y lo que podría ser catástrofe personal se puede quedar en simple susto. Por otra parte, siempre que se disponga de un disco duro con dos particiones, es muy recomendable destinar la primera al sistema y la segunda para guardar la información que vamos generando, de forma que lo ideal sería trasladar allí carpetas de documentos, de imágenes, de descargas... A nivel de hardware daría lo mismo: si el disco se rompe, lo hace por completo, pero a nivel de software, hay que tener en cuenta que la tendencia de muchos virus va encaminada a infectar principalmente la partición de sistema. Por otro lado, puestos a extraer los datos para realizar una instalación nueva, no hay necesidad de tocar todo lo que se encuentre en otra partición, con lo cual podemos estar ahorrando una generosa cantidad de tiempo. 


Para terminar, un consejo: procurad aprender cuanto podáis. Da igual si eres de Windows, de Linux, de Macintosh o de lo que quieras -otra ridícula rivalidad que levanta toneladas de polvo por algo tan simple como que cada uno utilice el sistema que más le guste, más sencillo le parezca o mejor se adapte a sus necesidades, sin menospreciar al resto; en la variedad está el gusto-.Y no hablo de leer todo cuanto esté al alcance en la red, en cualquier foro y hasta la más estrepitosa tontería, y tomarlo como verdad universal, sino tomar información de varios puntos e ir siendo poco a poco capaces de dilucidar qué es lo adecuado y qué no. En la actualidad la informática se ha simplificado extremadamente, comparando cualquier sistema de hoy con aquel MS-Dos 3.01 con el que me inicié hace muchos años, pero aún así la formación es imprescindible, tanto para poder hacer cosas como para no meter la pata tontamente, para simplificarse la vida propia y no complicar la ajena.

2 comentarios:

  1. Cuando por fin te lies con el Vaio te vas a mear de risa, o quizás a morir del susto, y tendrás para un post específico.

    ResponderEliminar
  2. Igual me equivoco, pero con lo que llevo visto y conociéndote no creo que encuentre en él nada que me sorprenda. Cuando le eche un vistazo saldremos de dudas :)

    ResponderEliminar