lunes, 3 de enero de 2011

El cigarrazo

Once de la mañana de un dos de enero en una cafetería de Alcalá la Real. A dos mesas de distancia frente a mí un hombre de unos cuarenta años y aspecto enjuto desayuna café con tostada mientras ojea un periódico. Terminada la tostada, saca del bolsillo un encendedor y un paquete de Marlboro, se lleva un cigarrillo a los labios y lo enciende para acompañar el café.

No puede ser, me digo. Este tipo no puede no puede no haberse enterado de que lo que está haciendo pasó, de ayer a hoy, de algo habitual a ser un acto radicalmente prohibido. Un minuto después de encenderlo, se le acerca el camarero que atendía las mesas y con rectitud y buenas formas le recuerda que, caballero, hoy dos de enero entra en vigor la prohibición de fumar en espacios públicos cerrados. No puedo permitirle fumar aquí así que, por favor, apague su cigarrillo. Ha llegado el cigarrazo.

Los hosteleros están que trinan, ya que esta nueva y avanzadísima ley les supondrá algunos clientes menos y algunas broncas más, puesto que dudo que todo el mundo, factor de alcohol en sangre de por medio, sea tan razonable como el hombre que ayer por la mañana apagó solícito el cigarrillo en cuanto el camarero le avisó de lo que había. El fumador de dos paquetes día y cuyo almuerzo incluía uno antes, otro durante y otro después, encabronado por la subida que hace unos días llevó el paquete a unos cuatro euros, ahora lo tiene aún más difícil, y probablemente buscará la forma de poder tomar ese café o esa cerveza allá donde, sea como fuere, no le tachen de criminal.

Les avisamos de que el tabaco puede dañar su imagen y su bosillo, no solo su salud.
Ya he comentado en alguna ocasión que no soy un fumador habitual, pero aún así pienso que hay cafés, encuentros, momentos buenos o malos –pienso ahora en un amigo, auxiliar de urgencias de profesión, que deberá aplacar la mala leche que deja atender al personal a cien metros de la puerta del edificio donde antes podía fumar- que no serían lo mismo sin un cigarrillo entre los dedos, siendo consciente de los pros y los contras que esto plantea. Siempre he sido partidario del proverbio según el cual la libertad de cada uno termina donde empieza la de los demás, de modo que tampoco me ha dolido entrar en un local donde hasta ahora estuviera prohibido fumar, ni sé qué es sentirse ansioso por salir de un evento, una clase, una charla, lo que fuera, por llevarme un cigarrillo a los labios. Como fumador en algún determinado momento no me ha molestado que me pidieran apartar el cigarrillo, del mismo modo que lo he pedido yo si me ha molestado el humo de otro en algún momento.

El caso es que el fumador ha pasado, sin remedio, a ser una raza que deberá actuar con nocturnidad. Imagino ahora a gente refugiándose del frío y de la ley en locales subterráneos a los que se accede por una estrecha escalera, con poca luz, sonido de cubitos de hielo que tintinean en vasos de buen cristal y un escenario al fondo donde una guitarra en manos de un tipo con melena ameniza la noche. Todo ello con un velo de humo sobre la gente, difuso entre los claroscuros de las velas sobre las mesas y la luz del fondo.

A pesar de lo claro que el gobierno y la gente que no fuma ven el asunto, a mí me quedan varias dudas. De entrada, no sé hasta qué punto es bueno que alguien que antes fumaba más en locales, se lleve el humo a parar a casa y que sean la prójima –o prójimo— y los hijos quienes deban aguantarlo. Además me pregunto hasta dónde más pensarán llevar este tema. Nunca fumo en el coche -ni dejo que lo haga quien viaje conmigo-, pero aún así me pregunto si acabarán multando a alguien por conducir mientras fuma. O si andando por la acera un uniformado policía municipal te afeará la conducta si aprecia que llevas un cigarrillo entre los dedos. O si podrán llegar a amonestar al personal que sea visto fumando en los balcones o ventanas de sus casas. Dicho de otro modo, si habrá que jugar a los colegiales que se encierran en el aseo para fumar porque afuera, en todo el mundo mundial, sacar el paquete suponga multa.

Ya nos queda menos para terminar de arreglar el mundo.

4 comentarios:

  1. En media Europa desarrollada está ley lleva muchos años en vigor, si otros lo han logrado, nosotros tambien. A mi parecer, la ley es todo un acierto.

    ResponderEliminar
  2. Yo también lo creo posible, pero esa es otra cuestión. Veamos, no pretendo mostrarme en contra de esta ley, pero tampoco a favor. Lo único que pido es lo de siempre, la coherencia que tanto escasea en esta tierra. Hace dos años se implementa la ley que impedía fumar en determinados locales, y en otros se obligaba al propietario a realizar reformas de cara a separar a fumadores de no fumadores. Esto, de entrada, daba oportunidad de decidir si se deseaba entrar en un entorno limpio o en otro donde castigarse el pulmón: permitía libertad de elección . ¿Qué hay ahora del dinero invertido en esas reformas?. O bien debían haber sacado esta ley entonces, o bien deberían haber llevado esa otra un poco más lejos y de forma menos suave.

    Para rematar la jugada, digno de párvulos o de primaria, la bajeza por parte del gobierno de estimular al personal de cara a denunciar a los locales o personas que infrinjan esta ley. Las leyes son iguales para todos, y queda bajo la responsabilidad de cada uno cumplirlas o no, así como acatar las consecuencias en caso de no hacerlo. Hay inspectores, policía, etecéetecé, que cobran por ello sin jugar al chivateo.

    ResponderEliminar
  3. Que no sirva de precedente, amigo mío, pero estoy en absoluto desacuerdo contigo. La ley antitabaco actual es, probablemente, lo único bueno que ha hecho este gobierno (para mi corto entender, claro). El único fallo es que no la hiciera en condiciones desde un principio y hayamos estao algún año más tragando humo. Ahora hace falta que se cumpla en condiciones y si, táchame de chivato si quieres, pero me apetece contribuir en la medida de lo posible.

    No se si queda bien ahora que te pida que me hagas un hueco este fin de semana, que tengo algo que contarte.

    ResponderEliminar
  4. [...]Que no sirva de precedente, amigo mío, pero estoy en absoluto desacuerdo contigo. [...] Apelando a la lógica del lenguaje, y basándome en que, como dije al principio, no estoy ni a favor ni en contra -dejando a un lado ciertos matices que he ido explicando por aquí-, veo que estás en desacuerdo conmigo y contigo. Hay que leer con más cuidado y no ser tan radical :P

    Tras lo dicho, no tengo mucho más que aportar a este tema, pero sí que quisiera citar una conversación esta mañana con cierto amigo. Este me decía respecto a la afamada ley que "debe ser una jugada del gobierno para montar una cortina de humo y desviar las miradas de otros problemas como el paro y crisis". No doy mucho crédito a esa idea, pero tampoco la descarto -quién sabe qué se cuece en los despachos de su Ilustrísima-. Su comentario tal vez no desvela nada fuera de lo común, pero sí deja entrever cómo gente como él, que no muestra interés alguno en política y cuestiones sociales, tiene ocurrencias nada despreciables.

    En cuanto a lo del hueco, no lo pensaría dos veces si estuviera en la capital, pero me pillas en la España rural hasta el lunes por la mañana y desde aquí el paseo es más generoso. Si se trata de algo urgente puedo reorganizarme la agenda, y además siempre nos queda el móvil.

    Dentro de ciertos márgenes las discrepancias aportan más conocimiento que las supuestas verdades, de modo que no puedo tacharte de nada porque no compartamos algunos puntos de vista. Saludos, maestro.

    ResponderEliminar