lunes, 11 de abril de 2011

Japón y las hormigas

A veces la vida depara situaciones curiosas, de las cuales se extraen conclusiones más curiosas aún. El pasado sábado por la tarde limpiaba la cocina cuando reparé en cómo una fila de hormigas negras se había colado por el hueco de ventilación del gas abierto en la pared a la altura del suelo y se movían alineadas y obedientes ascendiendo por la pared camino del estante más alto del mueble.

Decidido a saber qué era lo que les interesaba tanto dispuse una silla y me aventuré al estante en el que se perdía la fila, confirmando lo que suponía un momento antes, y es que la tropa había dado con la bolsa de caramelos de miel y menta y estaban desmontando y trasladando pieza a pieza cada caramelo, dejando el envoltorio como recuerdo.

Tras ver esto, sin más ensañamiento que el que supone defender un territorio que se considera propio cogí la bolsa y cerré la esquina que esta tenía cortada, para a continuación depositarla en el cubo de basura, dejando dentro a unas cuantas hormigas que tuvieron ocasión de pegarse el festín de su vida en sus últimas horas.

 Acababa de tirar la bolsa cuando la analogía me vino a la cabeza. Salvando las distancias, el caso es perfectamente comparable a gran cantidad de acontecimientos en los cuales le toca perder al ser humano, como lo que sucedió hace pocas semanas en Japón -a lo que se suma el reciente maremoto de 7.1-, y quiero centrarme en los problemas acontecidos en las centrales nucleares. Para las hormigas, ellas simplemente hacían su trabajo. Me permito imaginar cómo una o varias hormigas en ronda de expedición dan con la bolsa y vuelven contentas al hormiguero para hacer público el yacimiento. Pronto este se organiza para formar una estructura logística que traslade al hormiguero el alimento encontrado, y se ponen en marcha. Pero como todo trabajo, este posee sus riesgos, y es que en un momento determinado, mientras están en plena faena, una fuerza superior que tal vez comprenden como efecto del clima o de algún depredador quita el yacimiento de caramelos de su sitio, para sorpresa de las hormigas que habían salido o iban a entrar a esta y desconcierto de aquellas que se habían visto atrapadas en el interior de la bolsa. Estas últimas, meros soldados de infantería que hacían lo que se les ordenó, si tuvieran uso de razón se preguntarían qué habían hecho mal, por qué habían merecido ellas tal castigo y no el resto, por qué no aquellas que descubrieron la bolsa o las que ordenaron ir a por los caramelos.

En el caso de Japón, unas fuerzas que escapan al control humano y cuya intensidad más alta nunca podrá ser estimada con certeza, han causado daños, entre otras muchas infraestructuras, en varias centrales nucleares. Ello en un país en el que la mayor parte de la energía se genera en instalaciones de este tipo. Instalaciones muy seguras, diseñadas y construidas de forma que resistieran cualquier cosa… imaginada hasta ese momento. Ahora, mientras que quienes la diseñaron y pusieron en marcha tal vez se lamentan de lo ocurrido desde sus casas, en ocasiones quizá a muchos kilómetros de distancia del peligro, otros, esas mismas hormigas de infantería, pelean contra el tiempo y las averías para tratar de subsanar los fallos ocasionados para que el problema no aumente por una parte y que la radiación se distribuya por los alrededores lo mínimo posible. Dejándose la piel en el intento, conscientes de ello.

Al igual que lo que podrían haber pensado las hormigas, en Fukushima así como en el resto de Japón pudieron pensar que no estaban haciendo nada mal y que no merecían tal castigo. No seré yo quien lo juzgue, pero sí quiero aportar un punto de vista acerca de la energía nuclear, y es que a mi parecer su producción genera más inconvenientes que ventajas por muy económicamente rentable que resulte, partiendo del hecho de la obtención de unos residuos que tardarán varios centenares, quizá miles de años, en dejar de ser perjudiciales para la vida, a lo que se le suman los riesgos que se derivan de accidentes como los que han ocurrido recientemente.

Quién sabe. Sin perder de vista que se trata de una hipótesis que roza el ridículo, tal vez los terremotos y maremotos en esa zona de la tierra no sean después de todo un fenómeno perfectamente explicable geológicamente. Tal vez fue una mano que no supieron ver la que inició todo el proceso con ese primer maremoto, como un severo toque de atención a un pueblo que, aunque no pensaba estar haciendo nada malo, cometió con su manera de desarrollarse imperdonables errores contra una naturaleza que ahora parece pedirle cuentas.

2 comentarios:

  1. ¡Hola Corso!
    No seré yo la que rompa una lanza a favor de la energía nuclear, más que nada porque no tengo ni idea. Uno de mis amigos es experto en el tema y me intenta convencer cada día de las bondades de este tipo de energía. Yo intento rebatir sus argumentos con los míos propios, pero hay veces que no puedo seguir con la discusión.
    Me refiero a que el ritmo de vida que llevamos lleva aparejada, inevitablemente, una gran necesidad de energía, y hay que sacarla de algún lado...
    Tengo el corazón divido entre dos ideas, como podrás ver. Por un lado, los evidentes problemas de contaminación que producen esas centrales, mi coche, y el hecho de que mi ordenador esté encendido 6 horas al día. Por otro lado, me gusta leer hasta tarde, en invierno la tarde no acaba a las 18h y puedo ir a comprar al super porque la calle y el mismo supermercado están iluminados..., etc. y eso requiere energía.
    No sé si soy una (mini)ecologista que se pasa al otro bando en cuanto es más cómodo, o si soy una consumidora acomodada que de vez en cuando tiene remordimientos ecologistas.
    Sin embargo sí que comparto contigo la idea la de esa mano invisible que parece que nos pone a todos en nuestro lugar... no sé, hay algo en eso que me hace pensar...
    Un abrazo.

    PS: No te comenté, pero la entrada sobre la tarde de viernes me gustó mucho.

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  2. Hola Gijón!

    Mis conocimientos sobre la producción de energía en centrales nucleares son muy limitados, no puedo decir otra cosa, pero por otro lado no puedo evitar posicionarme en contra desde el momento en que hablamos de un proceso de producción que genera toneladas y toneladas al año de residuos que no dejarán de ser peligrosos hasta dentro de muchos años, junto al hecho de lo peligrosas que resultan sus instalaciones en caso de accidente. Me tiembla el pulso al pensar que legaremos, no a nuestros hijos o nietos, sino a muchísimas generaciones más allá un montón de basura radiactiva que en determinadas situaciones pueden ser extremadamente peligrosas.

    Que no me hablen de la seguridad de sus recipientes o de las plantas o cementerios nucleares donde se almacena todo eso. Hablamos de siglos, y mirando hacia atrás veo que la evolución, solo de los últimos quinientos años, ha estado marcada por situaciones muy duras de todo tipo, desde guerras y otros conflictos humanos hasta catástrofes de origen natural. Con esto, mirar hacia adelante con la tranquilidad de que las centrales y los cementerios nucleares serán seguros pase lo que pase es una idea que no sé concebir.

    En cuanto a lo más o menos ecologista que puedas ser, no sabría qué decirte. En mi caso, procuro un desarrollo personal junto al tiempo que colaboro desde mi posición en la sociedad con el desarrollo de esta. Negarse a consumir energía y a contaminar lo más mínimo supone poner tierra por medio y marcharse a una zona rural, a vivir del campo -algo que a menudo se plantea como una salida aconsejable- sin electricidad y evitando consumir o utilizar aquello que pueda contaminar. Supongo que ese extremo tampoco es el adecuado.

    Quiero pensar que si cada uno emplease los recursos que realmente necesita, nos sobrarían la mitad de centrales nucleares y otras cuantas cosas, pero somos como somos.

    Prefiero pensar que lo más coherente es vivir dentro de unos márgenes, consumiendo lo necesario pero evitando derrochar, da igual que hablemos de electricidad, que del uso del coche...

    Visto lo visto dudo que seamos capaces de reaccionar antes de que el planeta nos de un buen aviso, pero si con pequeños aportes de cada uno posponemos ese momento, siempre será un avance.

    Gracias por el comentario y por la anotación sobre el otro artículo.

    Un abrazo!

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