sábado, 23 de julio de 2011

Tarde de deberes

Aquella tarde. Aquella primera tarde en la que supe qué era hacer deberes en casa, tras una larga jornada de clases, mañana y tarde, con almuerzo en el comedor del colegio, aquellas comidas ni mejores ni peores que llegaría a echar de menos con el tiempo, cuando hubiera de ser yo mismo quien diera forma a cada plato a la vuelta del instituto o más tarde del trabajo. Aquella primera tarde en que sentí el placer del trabajo cumplido, del trabajo bien hecho, concienzuda y puntillosamente bien realizado.

No tendría más de ocho o nueve años por aquel entonces. Era aun un tiempo en que los deberes constituían una operación breve , no más de una hora de dedicación exclusiva en la que no influían distracciones de ningún tipo: no tenía a nadie con quien poder irme a jugar, no podía desear terminar pronto para jugar con una consola que nunca llegué a tener, o para navegar por un internet que no existía o del que, aún existiendo, desconocía hasta su nombre como ignoraba todo sobre ordenadores. Solo podía plantearme terminar los deberes para leer un rato, absorto en las páginas de cualquier libro mientras me abandonaba al calor de la estufa de leña color aluminio.

Qué pena no haber conocido
desde aquella tarde, o incluso antes, el placer de tener un espacio propio, una habitación individual en la que entregarse al estudio o a la lectura sin la premura de tener que dejar libre la mesa camilla del salón comedor a eso de las ocho y media para la cena familiar. Cuantos errores se habrían evitado probablemente, cuantos caminos hubieran sido elegidos con acierto, tan solo por el hecho de haber tenido algo de lo que hoy se dispone con tanta facilidad que ni siquiera es apreciado.

2 comentarios:

  1. Gusta leer de alguien que disfruta haciendo los deberes. Yo que creía ser el único y poco a poco voy descubriendo a más y más gente, aunque parezca mentira.
    ¿Una operación breve de no más de una hora? Pues mi cuñaillo (y muchos más de su generación), de nueve años, empieza a hacer los deberes a las seis de la tarde y termina a las una de la madrugada.

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  2. Concentración es lo que falta ahora a muchos niños, por lo menos a los que yo tengo alrededor. Los psicólogos lo llaman "déficit de atención", yo lo denomino "no hacer ni puñetero caso".

    De todas formas me quedo con tu reflexión de fondo: lo que tenemos y no apreciamos. Yo he descubierto eso este verano al hacer obra en casa. Y mi madre me lo lleva diciendo siempre.

    Resulta que hace unos meses cambié los muebles de mi cuarto, cambio que llegaba tarde porque sólo me quedaba un cuatrimestre para acabar la carrera. Antes tenía un mueble con una mesa que se bajaba, igual que las camas. La mesa sólo tenía 60 cm de ancho. Eso con 8 o 9 años te sobra, pero con los tochos que yo he estudiado y con el ordenador... no podía moverme. 20 años después de pedirlo por primera vez llegó el nuevo mueble, todo mientras mi madre me decía que ella estudió las oposiciones sentada en la cama de su habitación, porque tampoco tenía escritorio.

    Tengo que pensar más sobre esto...
    ¡Un abrazo!

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