miércoles, 21 de septiembre de 2011

Con la educación a subasta

Como cada mañana durante el desayuno, la radio me regala la última perla de Esperanza Aguirre. Hoy se presenta con la acusación al partido socialista por, según ella, alentar una huelga, además, innecesaria. Entre risas -todo el mundo sabe a estas alturas que lo de la educación es una broma- alentaba a Ángel Gabilondo, actual ministro de inCultura, a dimitir. Si te viene muy bien, dimite anda, le decía.

Mientras ella se lo pasaba en grande entre risas y chascarrillos, son unos tres mil profesores en la comunidad que gobierna quienes se ven en la calle para el presente curso en base a esos recortes "imprescindibles" en educación, motivo que, como también todo el mundo sabe, es insuficiente para considerar por uno mismo la posibilidad de organizar una huelga, debiendo esperar al influjo político o sindical antes de mover un dedo.

Las cifras de seguimiento
de la huelga bailan, un poco más que de costumbre incluso, pasando de los cinco mil asistentes por parte de la Comunidad de Madrid, hasta los noventa mil según profesorado y organizaciones. Con cuál quedarse es una pregunta complicada, si bien las palabras de Aguirre no sirven para reconfortar a nadie, regresando a sus consideraciones anteayer sobre la enseñanza pública, franjas de edad y gratuidad, ni tampoco los actos, si consideramos las ventajas fiscales para familias con hijos en colegios privados.

Se malogra con descaro el ámbito público quizá más importante, no muy lejos del sanitario. Estamos minando, un poco más, el campo educativo, como si no hubiera sido suficiente el daño producido por más de tres décadas desarrollando, una tras otra, leyes educativas que nunca terminaban de cuadrar y que cambiaban de color según el que ondeaba en las banderas de Moncloa. No sé si muchos agradecerán dentro de unas décadas que les enseñasen poco o nada, que fueran aprobados de curso en curso sin más para no saturar las aulas, que les regalasen molones miniportátiles, para sacarles de la brecha digital, sin apartarles por otra parte de esa otra brecha que les impedirá diferenciar a un reptil de un mamífero o saber quiénes fueron Goya o Alfonso XII, tan siquiera sumar 2 + 2. Para qué querrán cultura esas grandes masas, pensarán muchos, si resulta innecesaria a la hora de descargar camiones, preparar hormigón o formar parte de cadenas de montaje. Además, cuanto más sepan, peor. Más se quejan y más derechos exigen.

Una vez más como tantas a lo largo de la historia de último siglo, los desmanes de unos y los desequilibrios sociales provocados por otros están conduciendo a este país a un giro hacia el liberalismo, probablemente y en base a los medios actuales, más desenfrenado que nunca. Los mercados deben estar frotándose las manos, mientras que el olor a privatización lo va inundando todo poco a poco.

2 comentarios:

  1. Mucho gusto verte por aquí después de tanto tiempo de ausencia. En efecto no estamos atravesando una época digna de dejar una huella positiva en los libros de Historia.

    Quizá lo que sucede, hablando muy a gran escala, es que tras unos cuantos años de bonanza económica disparatada, de tenerlo todo practicamente, hemos dado un salto atrás pasando a estar en este país como estábamos hace treinta años. No estabamos especialmente mal por entonces -me remito a los años 50- pero tampoco gozábamos de los privilegios y comodidades de los 90 o poco después.

    No sé si acertado o no, pero me atrevo a darte un consejo: haz lo que creas que es correcto, piensa con lucidez y actua con la razón en la mano, y no te cortes cuando tengas que esgrimir una opinión siempre que seas coherente contigo mismo.

    Un saludo Márquez, por los viejos puentes.

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  2. Dijo un poeta "que se queden fuera los que con la cultura quieran hacer al pueblo más fuerte que esa gente no interesa, que levantan la conciencia, el principio de mi muerte"

    He de informarte que de decidido comenzar este año mi andadura política con más miedo que vergüenza, a ver en dónde acaba todo.

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