Un año más llega el 28 de febrero, y aquí en el sur de España se repite la misma historia de todos los años. Durante el viernes los estudiantes vuelven a ser atosigados con toda aquella historia de la autonomía, del valor del pueblo andaluz, la bandera y sus colores, aquel Blas Infante y su pegadiza y repetida cancioncilla, mientras ellos matan el tiempo construyendo en el aire los castillos a los que volarán el lunes aprovechando que, por aquello de que el festivo recae en domingo, no hay clase.
Un gesto que predice un infortunio, Tantos libros viejos por leer,
una mirada que enamora al descreído, tanta lucidez al borde del vacío,
un amanecer desvelado entre alcoholes, tantas vidas que vivir en una sola,
un personaje inventado por descuido. tanto tiempo debo que no es mío.
Desde la absurda sinrazón. Desde la cruda realidad. Desde la misma vida.
domingo, 28 de febrero de 2010
jueves, 18 de febrero de 2010
Camino de perdición
Uno de los aspectos que más me llamó la atención del argumento de Celda 211 fue precisamente el de las simetrías. Desmontabas la historia, te quedabas con los cimientos y su estructura más básica, y resulta que puedo aplicarla a la perfección a mis circunstancias. Un tipo que pasaba por aquí, como si tal cosa, y el contexto que le rodea le obliga -aunque no sé hasta que punto sería ese el término- a tomar otros caminos que ni por asomo estaban en sus planes. Aunque en mi caso se trata de un proceso más lento, y por ende tortuoso.
martes, 16 de febrero de 2010
El diluvio sin Noé
Que cachondo oyes. A este Murphy, cuando se lo propone, nada se le escapa. Y sin pestañear.
Esta tarde me ha tocado. Ha ido a por mí de lleno, de frente y sin pensarlo. Mirada aviesa y puños rígidos. Ha decidido que debía ducharme antes de llegar a casa, que de nada valdrían paraguas, ropa, así como cualquier mal cobijo que hallare en las callejas y soportales de esta ciudad. Que el diluvio habría de suceder en el margen de tiempo -largo o corto según se mire- que transcurre entre las ocho y cinco de la tarde, cuando atravieso la puerta del curro, y las ocho treinta y cinco cuando llego a casa.
domingo, 14 de febrero de 2010
Conociendo la catedral de Jaén
Ayer por la tarde, de la mano de la asociación Nueva Acrópolis, el abajo firmante y su señora, junto a una treintena de personas, tuvimos ocasión de disfrutar durante unas dos horas y media de las explicaciones de la guía encargada de mostrarnos muchos de los entresijos y leyendas de la catedral jiennense.
Celda 211
A pocas horas de la gala de los premios Goya, creo que no se puede decir gran cosa sobre esta película que se haya dicho ya.
domingo, 7 de febrero de 2010
DeLibros: Los inicios
Una de mis pasiones, quizá la mayor, son los libros. No sabría concretar a qué época de mi vida correspondería el inicio de esa afición. Tal vez ni tan siquiera se trate de algo propio, sino más bien importado en los genes desde dos generaciones más atrás, cuando mi abuelo materno, huérfano desde pequeño y superviviente entre unas condiciones más que lamentables, se las ingenió como pudo para ir aprendiendo a leer por su cuenta, a veces practicando lo que de alguna forma había podido aprender -una letra, una palabra, la suma de dos números...- mientras cuidaba del ganado en el campo rayando con un lápiz gastado en algún cartón o papel inútil.
sábado, 6 de febrero de 2010
Revolver. Sala Cibeles, Córdoba. Historia de un concierto
Con este son cinco los conciertos a los que he tenido ocasión de asistir a lo largo de mi vida. Si bien el de Los Secretos en la discoteca Bariloche de Jaén, hace ya casi un año, dejó el listón por las nubes, Carlos Goñi no se durmió en los laureles y ofreció a los asistentes casi dos magníficas horas de voz y guitarra. Pero vayamos por partes, ya que la tarde / noche merece ser narrada con calma.
viernes, 5 de febrero de 2010
Sin pensarlo dos veces
"Hay que luchar hasta el final.
Los problemas están para solucionarlos,
no para rendirse y tirar la toalla.
Ya caerá sola al final, si no hay remedio"
jueves, 4 de febrero de 2010
Se va a enterar el Zapatero cuando lo pille
Tenía guasa mi primo, el calé, en el urbano. Nueve de la mañana. Entre la mucha gente que sube al autobús en la parada siguiente a la mía van una pareja joven, ambos de raza gitana, con un crío pequeño que ella lleva en brazos mientras que él lleva el carrito.
Abren la puerta para que este pueda acceder con el carro a la parte intermedia del urbano, tras lo cual debe dejarlo, salir y volver a entrar por la parte delantera, pagando el billete correspondiente. Pero este no lo tiene claro. Espero un poco tranquilamente, aquí, entre el bullicio, y si cuela, pues cuela. Ochenta céntimos que nos embolsamos para el viaje de vuelta.
martes, 2 de febrero de 2010
Parque de La Victoria
No suelo pasear por parques y jardines. Por un lado, porque los que tenemos aquí, que no son muchos, quedan retirados de casa. Por otro, porque raro es el día que puedo permitirme el lujo de tomarme tan solo una hora de disfrute propio para dedicarme a aquello que antaño practicaba a menudo: sentarme en el banco de un parque -a efectos prácticos valdría igualmente una parada de autobús o la terraza de un bar si no hay demasiado alboroto- con un libro en las manos, observando a la gente mientras que leo con esa mezcla de tranquilidad y bullicio que a partes iguales relaja y reconforta.
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