martes, 29 de octubre de 2013

Fragmento de La huella de unas palabras, de Antonio Muñoz Molina y Jose Manuel Fajardo

«El mismo Manuel, en la primera parte del libro y hablando de su adolescencia, le había dicho a Nadia esas palabras que creo que todos hemos dicho o pensado alguna vez, al enamorarnos:

lunes, 21 de octubre de 2013

Con el sudor de tu frente

Son las diez de la mañana cuando salgo de la cafetería y me veo envuelto de pronto en un ambiente parecido al de las mañanas de trabajo en los olivares, fresco con un punto de humedad mezclada con el humo de las ramas de olivo quemándose en la lumbre. Camino hacia casa inmerso en los fragmentos de una conversación que he acabado escuchando sin darme cuenta, mientras leía en el periódico un artículo sobre Le Carré. A mi lado, dos parejas de mediana edad desayunaban sentadas en torno a una mesa al tiempo que debatían acerca del sacrificio que un bar o una cafetería exigen, de las dificultades con las que se topa la gente con intención de emprender un negocio, de las enseñanzas que el trabajo aporta a quien lo realiza.

jueves, 17 de octubre de 2013

Luz en la madrugada

Con el suave y casi imperceptible crepitar del fósforo de una cerilla al encenderse brota una idea entre sueños en mi cabeza, arrastrando consigo una cantidad absurda de pensamientos que me conducen sin remedio al desvelo. Aún no son las cuatro de la  mañana cuando a la tercera vuelta en la cama me decido a mirar la hora, confiando en un cercano amanecer para el que por desgracia aún falta demasiado.

lunes, 14 de octubre de 2013

Octubre verdadero

Hay robinsones perdidos en islas desiertas como los hay que hacen de la pérdida una necesidad, que se dejan arrastrar por el vago impulso de la huida y toman el primer autobús o el primer tren con destino a cualquier parte, allá donde baste lo desconocido para sentirse como en casa, donde no ser más que un individuo entre tantos, sin nombre ni biografía ni hogar ni destino, provisional e indeterminado.

sábado, 12 de octubre de 2013

Retrospectiva


Con la putrefacta facilidad con la que se ha convertido en costumbre en esta época, uno tiene tendencia a acordarse de aquellas efemérides que preferiría olvidar más que de ninguna otra. Apenas entra la primera claridad del día por la ventana cuando un golpe de vista capta esas dos cifras en el calendario, once, once de octubre. Un once de octubre de un año que será difícil de olvidar. Casi como el anterior. Peor quizá.