sábado, 9 de octubre de 2010

Presentación del libro Lo que me queda por vivir

Jueves, siete de la tarde. Con el gesto de cansancio propio tras el viaje desde Cádiz, la que muchos recuerdan como autora de las novelas de Manolito Gafotas, Elvira Lindo, aparece entre la gente y sube a sentarse en el estrado del salón de actos de la biblioteca pública de la ciudad, entre la delegada de cultura y el redactor jefe de Diario Jaén. Tras la charla de presentación de la delegada y a continuación la del redactor jefe, Elvira toma la palabra y nos habla de su último libro, Lo que me queda por vivir.


Tomando como partida la imagen, elemento primigenio del que dijo partían cada uno de sus libros, de una madre joven de cuya mano va un niño de unos cuatro años por la Gran Vía madrileña una noche de los ochenta, a esas horas en las que cualquier pequeño de su edad estaría ya en la cama, Elvira Lindo configura la historia de la joven Antonia, madre separada que trata de salir adelante en el Madrid de la época, luchando para sobrevivir en un mundo complejo y cambiante donde las responsabilidades como el trabajo o el cuidado del niño se entremezclan con las habituales costumbres de una joven de veintiún años.

La novela se estructura sin un guión fijo, entremezclando los personajes sin un orden preciso y dando constantes saltos entre el pasado de Antonia en el pueblo del que procede su madre y otro pasado más cercano, cuando es joven y tiene al pequeño Gabi con pocos años. Todo ello contado desde el punto de vista de un narrador actual, la misma Antonia que mira hacia atrás a través de la óptica de la experiencia. El situarlo en la década de los ochenta no tiene para la escritora ningún valor especial, ya que, como ha comentado en distintas ocasiones, de esa época se ha escrito mucho y bien; se trataba más bien de acudir a un pasado reciente, a una época distinta a la actual pero a la vez fresca en la memoria de los que la vivieron, jóvenes de entonces y adultos ahora.


La escritora insistió en el hecho de que los medios están subrayando en exceso el tinte autobiográfico de la novela. En esta, dijo, hay detalles que se asemejan a su vida, como haber sido madre joven, el haber trabajado en la radio o haber perdido a su a madre tras una enfermedad que se prolongó durante cinco años, pero no se trata de una autobiografía. Recalcó además el hecho de que el personaje del niño es el principal nexo con la realidad, correspondiéndose este con el hijo de Elvira a quien, antes de publicarse el libro, esta pidió opinión con la intención de no publicarlo sin su aprobación.


En respuesta a una lectora acerca de su opinión sobre las versiones cinematográficas de algunas de sus obras, Elvira contestó que en general se siente satisfecha con las adaptaciones hechas hasta ahora, a excepción de la segunda parte de Manolito Gafotas, donde la inexperiencia en la materia la indujo a cometer errores que aún hoy lamenta.


También habló acerca de los problemas derivados de la personalidad pública que constituye alguien que, como es su caso, pone de cara al mundo sus ideas y opiniones, así como de la presión semanal a la que se ve sometida al publicar artículos periodísticos. Bromeando llegó a considerar buena idea el poder tener dos personalidades totalmente independientes, una íntima y ajena al mundo profesional y otra para el exterior, y que fuera esta última la que recibiera los aluviones de críticas y consideraciones acerca de lo que escribe.

En mi caso, me decanté por preguntarle por la sensación de descanso que deja una historia como esa una vez ha sido terminada de escribir, teniendo en cuenta la carga autobiográfica que arrastra, aun no tratándose como hemos dicho anteriormente por una autobiografía. Como respuesta, indicó que esa idea suele enfocarse en el concepto del ajuste de cuentas, algo que no pensó en ningún momento ni durante ni después de escribir el libro. Contó que no pudo evitar emocionarse al escribir algunas partes, como la referente al entierro de la madre de Antonia, etapa muy similar a la vivida por la misma autora en su adolescencia.


Sonriente y amable hasta el final del encuentro

Para terminar, Elvira nos brindó la ocasión de charlar muy brevemente con ella mientras firmaba ejemplares de sus libros.

Desde la humilde botella de cristal que forma El sueño de la sinrazón en la inmensidad oceánica de la red, quiero dar la enhorabuena a Elvira Lindo por su último libro, así como las gracias por la tarde tan amena e interesante que nos hizo pasar.

1 comentario:

  1. Ojalá hubiera podío ir al final a la presentación del libro en Úbeda. Creo que me hubiera gustado y eso que hubiera visto las cosas desde otro punto de vista. Recuerda la triste estampa, muestra de la incultura de este país, de Eduardo Mendoza firmando ejemplares en El corte inglés y yo sin saber siquiera de quien se trataba. A Carlos Baute si que lo reconocí. Lamentable, si.

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