sábado, 9 de abril de 2011

Tarde de viernes

Tarde de un viernes de abril. Regresar a casa a la puesta de sol tras un largo paseo en soledad abonado con un café y esporádicas lecturas aquí y allá que me permite organizar despacio mis ideas y esparce una buena dosis del polvo del olvido sobre cada uno de los contratiempos y las inconveniencias de los últimos días. Entrar invadiendo la soledad que inunda las estancias, avanzando y dejando las cosas con el sigilo de quien siente temor a molestar mientras se mueve por el palco del teatro durante la representación de una obra ya comenzada. Abrir las ventanas y escuchar el rumor amortiguado por la distancia de una ciudad que saborea el final ansiado de la semana y del frío. Poner esa pequeña joya hecha realidad gracias a Roque Baños que es la banda sonora de La flaqueza del bolchevique, a un volumen suave que permita a cada nota mezclarse con los sonidos y las imágenes que entran de fuera antes de llegar a mis sentidos, y abandonarse sobre el brazo del sofá mientras veo desaparecer del horizonte los últimos tonos de color prestados por un sol que se bate en retirada. Sentir la melancolía y la gratitud de otra semana de trabajo que termina y en la que traté de darlo todo con razonable fortuna, el apego y al mismo tiempo la distancia hacia una tierra que nunca creeré como propia, la tranquilidad de saberme vivo y sano y de no deberle nada a nadie y que nadie pueda culparme de su dolor, aunque sean miles las pequeñas cosas que quisiera hacer por mi y por tantos cada día. Mirar la neblina grisácea al fondo, más allá de las grúas y los tejados y las luces, que enturbia el azul del cielo, mezcla de contaminación y de polen, y encontrar en ella la extraña belleza metalizada de un un arma biológica, intangible y peligrosa a medio plazo pero capaz de darle estos últimos minutos de la tarde los matices de color adecuados para cerrar con maestría otra jornada, dejándome invadir por la lucidez y por una felicidad nostálgica que penetra por cada poro de la piel y arrolla cualquier sentimiento de derrota. La oscuridad se va volcando hasta envolverlo todo. La semana ha terminado.

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