La misma estampa tantas veces repetida, almacenada en la memoria con recelo, regresando con demasiada facilidad por un vistazo al reloj, una fecha, palabras dispersas procedentes de una conversación ajena. La misma imagen dotada de los mismos rostros, la misma luz, el mismo brillo en unos suelos pulidos con celosa precisión.
Pero sobretodo recuerda las voces. Bullicio de gente que parece formar parte del relleno de un escenario de película, gente que entra y sale, palabras sueltas, mezcladas, dos personas caminan mientras hablan por el teléfono móvil y al cruzarse por un instante parece que las palabras de ambos se mezclan y forman una sola conversación. Un ciego anuncia un poco más allá como una certeza invariable la suerte que sus cupones guardan. Voces de alegría o dolor desesperados que sobresalen durante unos segundos por encima de todo lo demás. En el pequeño quiosco la camarera da las gracias a un cliente que acaba de comprar una botella de agua. Paneles de información por todas partes, pero siempre la misma duda aterradora, ¿y el reloj?, ¿dónde está el reloj?
Juega a recordar esa instantánea, aunque sabe que no le conviene. Trámite absurdo pero necesario, sufrido y agradecido tantas veces, y siempre perseguido de nuevo. Una vez más, una sola. La imagen que guarda en su memoria es perfecta, pero solo una imagen. Una imagen que vale más que mil palabras, pero siempre menos que el menor de los actos. Es solo una imagen.
Pero sobretodo recuerda las voces. Bullicio de gente que parece formar parte del relleno de un escenario de película, gente que entra y sale, palabras sueltas, mezcladas, dos personas caminan mientras hablan por el teléfono móvil y al cruzarse por un instante parece que las palabras de ambos se mezclan y forman una sola conversación. Un ciego anuncia un poco más allá como una certeza invariable la suerte que sus cupones guardan. Voces de alegría o dolor desesperados que sobresalen durante unos segundos por encima de todo lo demás. En el pequeño quiosco la camarera da las gracias a un cliente que acaba de comprar una botella de agua. Paneles de información por todas partes, pero siempre la misma duda aterradora, ¿y el reloj?, ¿dónde está el reloj?
Juega a recordar esa instantánea, aunque sabe que no le conviene. Trámite absurdo pero necesario, sufrido y agradecido tantas veces, y siempre perseguido de nuevo. Una vez más, una sola. La imagen que guarda en su memoria es perfecta, pero solo una imagen. Una imagen que vale más que mil palabras, pero siempre menos que el menor de los actos. Es solo una imagen.
¿Es el fragmento de un libro?
ResponderEliminarNo, es el fragmento de una biografía apenas descrita. Ya conoces mis vicios y costumbres.
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