“ Piensas que nunca te va a pasar, imposible que te suceda a ti, que eres la única persona del mundo a quien jamás ocurrirán esas cosas, y entonces, una por una, empiezan a pasarte todas, igual que le suceden a cualquier otro.”
Sin capítulos ni orden cronológico ni esquema definido, íntegramente construido como un monólogo interior en segunda persona de principio a fin. Así es el último libro del genial escritor norteamericano Paul Auster. Los vaivenes de esta vida compleja me han llevado a dilatar su lectura en exceso, lo que por otra parte ha servido para sumar otra peculiaridad más a sus páginas, distinguidas del resto de miles de libros como ese por el garabato a rotulador que guarda en una de las primeras páginas: ahora el ejemplar se ha hecho adulto, y además de las marcas de haberlo usado y transportado durante tanto tiempo, guarda papeles con anotaciones, servilletas de infinidad de bares y cafeterías, hojas de calendario, ticket de restaurantes, papeles impresos que surgieron de la más imprevisible de las formas.
Diario de invierno encierra unas memorias en las que Auster vagamente utiliza la línea temporal de su propia vida para organizar el texto, comenzando en la infancia y cerrando en lo que él considera el paso a una nueva etapa, el invierno de su vida, marcado por el paso a esos sesenta y cuatro años que tenía cuando dio fin al texto, y que en el momento de escribir estas palabras son ya sesenta y cinco. Pero insisto en ese “vagamente”, pues no se trata de una narración marcada por el paso de los años, sino que son constantes los saltos adelante y atrás en el tiempo, jugando con el entrelazado de los recuerdos.
En sus páginas se revela el alma de un escritor, pero desde luego, y sobre todo, la perspectiva de una vida que comparte un trasfondo amplio con el resto de los seres humanos. Como si estuviese hablando al yo fiel y atento de un espejo, se habla a sí mismo, para contarse -y de camino contarnos- las dificultades que ha ido atravesando a lo largo de su vida, los errores cometidos, los numerosos aciertos, sumidos a veces en la incertidumbre de si son achacables al talento y al esfuerzo o bien a un golpe del azar. Habla de un tipo que ha conocido numerosas dificultades en su vida, que ha dudado, que ha tropezado, que ha amado y se ha enamorado y ha sufrido y ha creído en más de una mujer, que incluso en muchas ocasiones se limitó a acostarse con ellas, pero a quien la existencia reservaba el gozo incalculable de guiarlo hasta los brazos de toda una dama, compañera en vida y literatura, con la cual lleva compartiendo las últimas tres décadas de su vida.
De hecho puede afirmarse que su esposa y su madre son dos de los personajes con mayor peso en estas páginas, las dos mujeres que a su modo y cada una en su momento han ido modelando al Paul Auster que prácticamente se desnuda en este magnífico Diario de invierno.
El verano pasado tuve ocasión de leer Leviatán. Si acaso me rondaba alguna duda sobre la valía de este escritor, acaba de desvanecerse.
Un gesto que predice un infortunio, Tantos libros viejos por leer,
una mirada que enamora al descreído, tanta lucidez al borde del vacío,
un amanecer desvelado entre alcoholes, tantas vidas que vivir en una sola,
un personaje inventado por descuido. tanto tiempo debo que no es mío.
Desde la absurda sinrazón. Desde la cruda realidad. Desde la misma vida.
martes, 10 de abril de 2012
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Lo has descrito tan bien, que dan ganas de leerlo. Fijate que es uno de mis escritores favoritos. Yo leí 'Ciudad de Cristal' y 'El libro de las ilusiones'. De este último hicieron una pelicula con los capítulos finales. Pero la película no estuvo bien. A mi no me gustó.
ResponderEliminarVeo que has aprovechado las vacaciones :)
Un beso. Nos vemos.
Pedro te deje un regalito en mi blog, una forma de que conozcan el tuyo y disfruten de tus textos.Espero que te parezca bien.
ResponderEliminarUn beso.