martes, 15 de mayo de 2012

El pintor de batallas. Arturo Pérez-Reverte

He concluido la tercera lectura del ejemplar de El pintor de batallas que poseo desde que hace más de seis años apareciera en las librerías. Seis años tras los cuales ni libro ni lector son lo que eran cuando se conocieron. El libro posee rasgaduras, un papel desgastado y ligeramente oscurecido por el paso del tiempo, papeles con anotaciones o simples marca-páginas accidentales procedentes del servilletero de una cafetería, o un billete de lotería que llegó hasta él sin que ya sea capaz de recordar cómo. El lector, por su parte, ha nadado tanto por los mares de la vida en este tiempo, que la nueva lectura le ha reportado otros puntos de vista, conclusiones basadas en una experiencia antes inexistente, acompañada de la misma sensación de intensa lucidez que recuerdo haber arrancado de cada página desde que comencé a leerlo por primera vez, en la fría mañana de un noviembre lejano e imposible.

El pintor de batallas es una novela, aunque me atrevería a denominarla un ajuste de cuentas con la propia vida por parte del autor. Pérez-Reverte nos presenta a Andrés Faulques, fotógrafo de guerra retirado que pinta en una antigua torre vigía a orillas del Mediterráneo –la imaginación pronto se desliza vagando hasta la Cartagena que fuera cuna del autor- un gran fresco circular que compone la fotografía que nunca logró hacer, la suma de todas y cada una de las conclusiones y perspectivas que el objetivo de una cámara podría tener delante, pero nunca retratar, reflejos de todas las épocas, de todas las guerras y todos los lugares, desde una lejana Troya hasta un idéntico pero mucho más cercano Sarajevo.

La tranquilidad de la apartada atalaya se ve interrumpida en una calurosa tarde por la visita de un capítulo del pasado del fotógrafo, Ivo Markovic, cuya intención es saldar una deuda pendiente. Estos conversarán durante varios días, analizando el ayer que les unió y el posterior devenir, desarrollando un curioso mosaico donde se dan cita la filosofía, la pintura, la guerra, el amor y la muerte. De entre las sombras del pasado aparecerá también el recuerdo de Olvido Ferrara, amante y compañera de Faulques hasta que una mañana el ajedrez de la vida y sus reglas convierten la intuición en cruda evidencia.

Es probable que no se trate de un texto a destacar por su calidad literaria en el aspecto del estilo y el lenguaje, pero ello no desmerece en absoluto su calidad como ensayo sobre la condición humana, como análisis del caos y sus reglas, como cuadro intemporal capaz de ofrecer una visión, si no exacta, tal vez aproximada, del mundo que fue, que es y que a buen seguro seguirá siendo.


Dulle Griet, Peter Brueghel el Viejo, 1562
 

1 comentario:

  1. Corso otro libro que anoto, lectura no me va a faltar en las horas estio,
    Un beso, nos vemos.

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