Un hombre que regularmente asistía a reuniones con sus amigos de asistir sin ningún aviso. Después de unas semanas, un amigo del grupo decidió visitarlo. Era una noche muy fría. Lo encontró solo, sentado junto a la chimenea. Adivinando la razón de la visita del amigo, lo condujo a una silla cerca de la chimenea y se quedó quieto, esperando.
Se hizo un grave silencio. Los hombres contemplaban la danza de las llamas. Al cabo de unos minutos, el amigo examinó las brasas y cuidadosamente seleccionó una, la más incandescente, empujándola a un lado. Volvió a sentarse, permaneciendo en silencio. El anfitrión prestaba atención fascinado y quieto. Al poco rato, la llama de la brasa solitaria disminuyó, hasta que su fuego se apagó. Ni una palabra. Pero antes de salir, manipuló el carbón frío e inútil, poniéndolo de nuevo en medio del fuego. Casi inmediatamente volvió a encenderse, alimentado por la luz y el calor de los carbones ardientes en torno a él. Cuando alcanzó la puerta para partir, su anfitrión dijo: "Gracias por la visita y el bello sermón".
A los miembros de un grupo vale recordarles que ellos, los amigos, forman parte de la llama y que lejos del grupo pierden todo brillo.
(Texto procedente del Taco Calendario del Corazón de Jesús, texto del viernes 25 de Mayo de 2012)
Un texto que sin decir lo dice todo. Los amigos abrazan incluso en la distancia, es bueno recordarlo y agradecerlo, para mi lo más hermoso es sentirlos.
ResponderEliminarMi brazo.