(Siguiendo la estela dejada por mis compañeros del grupo literario en sus blogs respectivos, reproduzco aquí el texto escrito con motivo del primer encuentro, celebrado el pasado miércoles 21 de diciembre)
Escribir. Unir palabras, mezclar sus significados para que representen sobre el papel lo que no dejan de imágenes mentales, percepciones, sentimientos. La escritura como medio de supervivencia, de huída hacia delante, de salvación.
Nunca fui alumno destacado en Lengua y Literatura, como tal vez no lo fui en nada. No consideré que mi difuso futuro pudiera estar marcado por las letras, como no sé si algún día veré un libro con mi nombre en la portada, en las estanterías de una librería. Pero la palabra siempre estuvo ahí, me persiguió como la mujer a la que se desdeña y sin embargo insiste en ver en tu interior lo que tal vez no tienes, o simplemente no sabes o no eres capaz de dar.
Cuando uno escribe y sus palabras además pasan a manos de otros lectores, de uno solo, la escritura implica empezar a recorrer dos caminos separados. Un sendero te lleva a sacar de ti algo hermoso, un relato imaginado, una vivencia, un sentimiento, o bien algo que te hace daño, algo que resulta caótico y carece de sentido. Te permite sacar de tu cabeza cuanto la ocupa para poder limpiar en su interior y volver a colocar en orden lo que antes había, pero descartando todo lo zafio e inservible.
El otro sendero te lleva a la apertura, a olvidar el miedo escénico y afianzar ideas, a abandonar el temor a la opinión ajena, a la crítica constructiva tanto como a la cruel e infundada. Desde lo más hermoso a lo más pueril, todo escrito supone una creación, un parto, que a veces da lugar a un pasaje hermoso. Uno escribe para que lo quieran, dijo en alguna ocasión Joaquín Sabina. Algunas veces incluso se consigue.
Hay quien ve la escritura, incluso la lectura, como algo prescindible, una forma de matar el tiempo tan criticable como otra. Lejos de matar el tiempo, yo lo vivo. Vivo mientras invento a un personaje, le doto de vida, le someto a mi antojo a las grandezas y las miserias de la existencia. Vivo mientras me introduzco en la piel de otro, tomo prestados su vida toda, su pasado, su presente, saliendo así de esa otra vida, la mía, a veces tan plana y vacía como la llanura de un desierto. Vivo mientras dejo sobre el papel lo que obstruye mi mente, vivo más aún cuando veo la luz a ese problema una vez que he organizado mis ideas. Vivo mientras que, a través del papel, compruebo, cada día, que sigo vivo.
Escribo, en resumen, porque no sé no escribir.
Coincido con la coclusión para mi caso pero no lo comparto en el tuyo; sabes escribir, déjate de tonterias.
ResponderEliminarTOTALMENTE DE ACUERDO. ESCRIBIR ES UNA NECESIDAD VITAL. http://www.elpais.com/articulo/cultura/Discurso/Paul/Auster/elpepucul/20061020elpepucul_9/Te
ResponderEliminarLEE ESTO. CREO QUE LO EXPRESA PERFECTAMENTE...
UN BESO.
M.-
Pienso lo mismo que Juanma, sabes escribir y lo haces muy bien. Esas eran tus razones, y a mi me parecieron coherentes y profundas, y sin lugar a dudas razones literarias.
ResponderEliminarNos vemos pronto.
Un abrazo.
Todos tenemos esa enfermedad en la que confundimos lo que nos encanta o nos apasiona con nuestro sueño.A mi tambien me pasa.
ResponderEliminarGracias a todos por las respuestas :)
ResponderEliminarJuanma, tal vez tenga una cierta predisposición para la escritura, algo que no me atrevo a llamar talento, pero en cualquier caso me falta mucho que leer y que vivir antes de afirmar sin miedo que sé escribir. Marta, gran texto, y gran escritor el señor Auster. Maia, realmente, ¿qué diferencia sustancial hay entre lo que nos encanta y apasiona y nuestros sueños?
Un abrazo