Ha tomado el paquete con sumo cuidado, pues pareciera que una simple mirada pudiera deteriorarlo. Estudia la forma, el peso, los detalles impresos sobre el papel que cuidadosamente lo envuelve. No se decide a abrirlo, pues aún no termina de creerse el destinatario de lo que lo que sus manos sostienen, que alguien pudo comprarlo o tal vez elegirlo de entre sus pertenencias pensando en él, alguien que debió sufrir la fatal pregunta: ¿le gustará?
Tras observarlo con detenimiento y recrearse durante un instante prolongado a placer, comienza a soltar los trozos de adhesivo, uno tras otro, sin prisa, pues sabe que ese instante de felicidad puede durar tanto como él quiera que dure. Poco a poco la forma que se esconde bajo el papel va adquiriendo nuevos colores, empieza a tomar el aspecto de algún objeto reconocible, tal vez la portada de un libro.
Deja sobre la mesa el papel y observa con detenimiento la esencia del regalo. Tal vez este cuenta con un título o con el nombre de un autor que le son familiares, o quizá es la primera vez que sabe de ambos. Acaricia el lomo de ese libro que igualmente pudo haber sido un perfume o una prenda o la llave de un coche nuevo, como también pudo tratarse de una simple nota manuscrita, incluso un abrazo inesperado. Algo que reflejara agradecimiento, unidad, amistad, afecto.
Lanza una mirada al calendario. Es un día marcado en rojo como podía no haberlo sido, eso no le importa. En realidad todo se ha tornado prescindible durante esos minutos en los que no existía más que la síntesis de dos personas unidas a través de un nexo físico magnificado por el don de la sorpresa, válido por igual en la cercanía y en la distancia, alguien que ofrece un presente que contiene ese bien de incalculable valor, una pequeña ventana abierta a sus sentimientos, y alguien que lo toma, lo descubre, y es consciente, un poco más, de su propia valía y de lo que su ser simboliza en el interior del otro.
Tal vez vive en la alegría, y este detalle ha acrecentado un poco más su sonrisa y su esperanza. De no ser así, por grises que puedan ser las nubes que enturbien su alma y confusa la vida que le vea renacer cada día, ha tenido una prueba más de algo que sabe bien, se ha sentido querido, ha visto cómo el suelo bajo sus pies adquiría un nuevo punto de dureza, al tiempo que ha intuido que su propia pérdida constituiría una deslealtad, pues siempre existirá alguien, tal vez una sola persona, que le eche de menos tras su partida.
Tras observarlo con detenimiento y recrearse durante un instante prolongado a placer, comienza a soltar los trozos de adhesivo, uno tras otro, sin prisa, pues sabe que ese instante de felicidad puede durar tanto como él quiera que dure. Poco a poco la forma que se esconde bajo el papel va adquiriendo nuevos colores, empieza a tomar el aspecto de algún objeto reconocible, tal vez la portada de un libro.
Deja sobre la mesa el papel y observa con detenimiento la esencia del regalo. Tal vez este cuenta con un título o con el nombre de un autor que le son familiares, o quizá es la primera vez que sabe de ambos. Acaricia el lomo de ese libro que igualmente pudo haber sido un perfume o una prenda o la llave de un coche nuevo, como también pudo tratarse de una simple nota manuscrita, incluso un abrazo inesperado. Algo que reflejara agradecimiento, unidad, amistad, afecto.
Lanza una mirada al calendario. Es un día marcado en rojo como podía no haberlo sido, eso no le importa. En realidad todo se ha tornado prescindible durante esos minutos en los que no existía más que la síntesis de dos personas unidas a través de un nexo físico magnificado por el don de la sorpresa, válido por igual en la cercanía y en la distancia, alguien que ofrece un presente que contiene ese bien de incalculable valor, una pequeña ventana abierta a sus sentimientos, y alguien que lo toma, lo descubre, y es consciente, un poco más, de su propia valía y de lo que su ser simboliza en el interior del otro.
Tal vez vive en la alegría, y este detalle ha acrecentado un poco más su sonrisa y su esperanza. De no ser así, por grises que puedan ser las nubes que enturbien su alma y confusa la vida que le vea renacer cada día, ha tenido una prueba más de algo que sabe bien, se ha sentido querido, ha visto cómo el suelo bajo sus pies adquiría un nuevo punto de dureza, al tiempo que ha intuido que su propia pérdida constituiría una deslealtad, pues siempre existirá alguien, tal vez una sola persona, que le eche de menos tras su partida.
A quien no le gusta recibir regalos! Me ha encantado la forma en que nos llevas paso a paso a sentir, a revivir hermosos momentos que seguramente todos hemos experimentado alguna vez. Gracias por compartir tan Magnifica entrada. , Como siempre un Lujo leerte. besos
ResponderEliminarSabes, mientras te leía resonaba todavía el tono de tu voz cuando lo leiste en nuestro encuentro. A mi me encanta, porque las letras también tienen presencia, y es bonito escuchar, y luego volver a leer, para sacar matices que tal vez se nos hayan escapado o no recordamos con exactitud al escucharte. Es un lujo, de verdad.
ResponderEliminarUn abrazo.
Por aqui nuevamente para desearte un feliz domingo, Besos desde Puerto Rico!
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