Me acerqué al grupo Los secretos a partir del que probablemente sea su tema más conocido, Déjame, hace algo menos de una década, cuando era un estudiante de provincias llegado a la ciudad en busca de una apertura que nunca podría encontrar en el lugar del que venía. Hoy, cuando he vivido lo suficiente como para creer vanamente que poseo una cierta perspectiva sobre la vida y la muerte y sobre lo que entre ambos extremos se encierra, cuando las experiencias, las lecturas, los sueños, lo imaginado y lo real se funden para generar una línea temporal que va más allá de la memoria que realmente me pertenece, la formada a partir de las imágenes que han cruzado mi retina a lo largo de estos casi veintiocho años, me doy cuenta de que su música no lleva una década conmigo, sino más aún que toda una vida.
Miro hacia atrás tratando de ponerme en la piel del que fui en aquel noviembre, cuando contaba con tan solo quince años. Intento imaginar si de pasada vi en algún informativo la noticia del hallazgo, si fui consciente de alguna manera de la trascendencia que aquella vida y aquella muerte tendrían para mí. Pero es inútil. El entumecimiento de una juventud demasiado temprana en unos aspectos y tardía en otros transfigura todo recuerdo de entonces relacionado con la música, con una música que aún no había empezado a marcar mi vida.
Tos, Los secretos, Enrique Urquijo y Los problemas. Sus letras me han ayudado a entender una parte del mundo, a enfocar desde un ángulo menos frío el desencanto y la amargura que a menudo la vida depara, me han enseñado a darle nombre y forma a sentimientos que antes aparecían como simple acto reflejo, han dado un sentido diferente a expresiones como querer, echar de menos, amar, perder. Al deseo de morir mientras uno estaba vivo, al de vivir mientras sentía como una muerte lenta e invisible le iba devorando por dentro.
Hoy se cumplen doce años desde la muerte de Enrique. A pesar de la pérdida, el grupo Los secretos se mantuvo unido y sigue haciendo buena música, dando qué hablar a pesar de llevar tantos años subiendo y bajando del escenario.
Hay quien dice que el toque apesadumbrado e intimista de las letras de Enrique era demasiado melancólico y no beneficiaba al grupo y a la continua renovación a la que este ha ido sometiéndose. Esto solo hubiera sido corroborable si él continuara vivo, pero no supo o no quiso sobreponerse al efecto devastador de la misma sustancia que tal vez le condujo a otras más letales aún: su tristeza.
¿Por qué nos hiciste esto Enrique?
Corso llego a esta tu casa, y me encuentro con un blog mágnífico. Volveré despacito, hay mucho que leer. Te sigo y nos iremes leyendo como cada lunes y miercoles, en el taller. Que no se rompa el circulo.
ResponderEliminarUn abrazo
Holaaaaaaaa Corso, he leído tu homenaje a Enrique Urquijo y ha sido un verdadero placer esta entrada. Los secretos fue un grupo que se encontraba en mi juventud, sonaba en las discotecas, en los pubs, en mi casa. Cuando murió, escuché la noticia en la televisión, pero lo recuerdo vagamente porque por esa época estaba de madre y la vida pasa muy rápida, algún día lo sabrás, bueno, lo tuyo será ser padre, algún día... ya sabes.
ResponderEliminarUn abrazo y nos vemos pronto.
San, Encarni, muchas gracias por dejaos caer por este rincón, donde espero encontréis algún que otro texto que os guste, os haga reflexionar y en definitiva os aporte algo.
ResponderEliminarEl grupo Los Secretos ha sido y es para mi un referente en la música. A veces pienso que hubiera sido un acierto venir a este mundo un par de décadas antes, para haber podido vivir y disfrutar su música de otra forma más próxima, desde sus inicios. En otros momentos, los más, pienso que de haber nacido antes probablemente hubiera tenido otra trayectoria y otra perspectiva del mundo, luego no sería yo, e incluso puede que ni me gustase este grupo. Mejor dejar entonces las cosas como están.
Gracias por último, a vosotras dos y al resto del grupo, pues en lo que en los últimos tiempos he escrito y en lo que escribiré en adelante -si no llego al Nacional de Literatura, mala suerte- siempre habrá un trasfondo, un adjetivo, una expresión, que no hubiera nacido sin las horas de aprendizaje y las lecturas en grupo -y cómo no, los textos de "media página" y "en media hora".
Un abrazo y a escribir!